miércoles, 10 de diciembre de 2008

Imposturas pijas

Me encanta ver las caras retorcidas y las miradas perdidas en cualquier punto vacío, con gesto casi como de preocupación, de los que quieren venderte su espiritualidad describiéndola como desapego a las cosas materiales mientras suena el móvil de última generación en su bolsillo o se gastan varios sueldos en "experiencias irrepetibles". Está claro que semejantes palabras suelen salir de aquéllos a los que no les cuesta nada conseguirlas y han cogido prestada la expresión de otros que sí han optado libremente por esa renuncia después de una reflexión de fondo para intentar, cuando menos, ser coherente con esa opción. Que en un país subdesarrollado te ofrezcan lo poco que tienen, no es un desprecio de las cosas, al contrario, es una sobrevaloración; que en uno desarrollado finjan subestimar sus privilegios consumistas, es una obscenidad.

Si, como dijo Baudrillard, el objeto es la contraseña, parece ser que la renuncia a él dice tanto de la obsesión por las cosas como su posesión.

Con Jorge Riechmann reclamo autocontención responsable para mejorar este mundo de abusos, pero no sólo en el consumo y en los modos de vida capitalistas, como apunta éste, también en la estupidez.

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