miércoles, 17 de diciembre de 2008

For once, almost was good enough


A Ulises, que un día supo preguntarme a tiempo qué quería de verdad


A estas alturas de lo que va escrito, creo que no hace falta decir que éste es mi basurero: el único sitio donde me tolero hablar en primera persona. Es una suerte de estrategia por la cual trato de autoconvencerme de mentiras de cosecha propia con el descaro añadido de buscar la complicidad del lector. Y así, presumo de que un día lo dejé todo para ser lo que soy ahora. Esas crisis que marcan etapas vitales y que han dividido tu vida en capítulos te hacen sentir de repente una persona de sesenta años, de esas que ya tienen batallitas para contar en voz alta y que hablan en pasado de una vida que aún no ha concluido, como si hubieses enterrado tu propio cadáver y estuvieras criando otra personalidad.

Todo fue por el deseo, por disfrutar la libertad de elegir (sin duda, un privilegio en los tiempos que corren), aunque paradójicamente supusiera esclavizarme, por ejemplo, a la mediocridad rutinaria. El conocimiento como forma de vida se había convertido en la manera más perversa de alienación, hasta el punto de dudar si aquello que ofrecía o recibía era o no algo digno de enseñar o algo bueno de aprender. Me fue entonces urgente renunciar a seguir peleando por una cosa que había perdido su sentido, que se había vaciado, primero poco a poco, luego en una fuga descontrolada. Debía averiguar si el conocimiento al que aspiraba era fruto de mi deseo o bien de las teleologías mercantilistas de la sociedad sobrealimentada y bulímica a la que pertenezco.

De este modo, recién nacida, me enfrento a la literatura preguntándome si mis entrañas me han llevado hasta ella, si mis ya puntuales investigaciones responden a una vocación natural o van a tener una función social útil... Y todo eso sólo lo podía hacer en/desde el margen. Esta nueva economía de mi tiempo vital está consiguiendo que, por una vez, casi sea suficientemente bueno...

La condescendiente invitación a volver a mi vida pasada no cesa (sé que viene de personas que me aprecian) y es sumamente tentadora porque a ella va asociada una excelencia y un reconocimiento muy seductor; la renuncia no fue fácil, por muy bien que quiera vender mi descubrimiento iniciático y aún me fustigo con reproches por haber abandonado o caigo en la tentación infantil de culpar a los demás. Pero, he elegido para ejercer mi voluntad de elegir, porque a ello hemos asociado, si no la felicidad, al menos la tranquilidad y el equilibrio.

1 comentario:

Ulises dijo...

Hablas de la libertad de elegir, pero no olvides que en toda elección hay una pérdida y asumirla es quizás la parte más complicada de esa libertad de elegir de la que hablas.
Poniendo los pies en la tierra, a ver si bajas a Málaga y nos vemos aunque sea un ratito.
Besos.